martes, 27 de octubre de 2015

Por estas fechas.

Ya puede caer el cielo, seguiré tranquilo. Párate a pensar a sabiendas de que sólo tú lo puedes cambiar. Hazme encontrar sentido a los giros.

Todo puede valer más de lo que aparenta, y da igual que no haya detrás un por qué. Y es que por ti, yo voy detrás.

Y qué poco dura el verano para lo largo que se nos hace siempre el mal tiempo. Además aquí, en la cima de las grandes ocasiones de invierno. Que entre amigos y copas en el punto de mira de una chimenea a leña se hace más llevadero. Pero qué poco duran los tragos helados y cuánto las noches en blanco. Saber que debes hablar. No callar. No saber si va a gustar. Por eso escribo, lo leas o no, es parte de nuestras líneas. Así que lee. Te invito a ordenar en tu cabeza estos palos, que estando ciego de fuerza se me hace cuesta arriba.



Qué poco duras, pequeño caos. Y lo largo que se nos hacen las vueltas. Escucha los sonidos que dejan huella. Que puedan poner en jaque a tus piernas. Cómete la vida a dos manos. Cuéntame qué siente tu piel de madrugada, o de resaca, como ahora se llama. Dime que se siente al decidir volar alto, muy alto, tan alto que nos perdiste de vista. Que estacionas en la luna camino a tu estrella perseguida. Calma. Descansa. Que aún me quedan más vidas para alcanzarte. Confío.

Y será que las hojas secas por estas fechas caen con más fuerza. No me lo explico. Suenan al tocar el suelo al compás de sus latidos. Mueven montañas a pares y provocan olas fugaces. Pide un deseo.

Puede que haya pasado tiempo,
pero sigues dentro.

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