viernes, 8 de enero de 2016

Tu sangre por mi tripa.

Con cara de locos empezamos este año, con cara de locos frenamos el tiempo para que corra poco. Quizás sea mi poca capacidad de entendimiento, tu letra redonda o tu firma a pulso de cirujano lo que traba la lectura, ¡pero joder qué bien!

Ni disculpas ni pequeñas cosas esquivas, el calmarse. Su momento zen lleno de empeño. Muchas horas de balas en la cabeza, de run-runes taladrando sus reposos y de conversaciones con la confidente almohada. Apetecía escribir y yo también escribo. Porque también estoy feliz.


Tantas palabras en el mismo banco de años, llegan a tiempo. Complico mis frases porque tal cual lo siento. Cuánto me alegro. Es parte del recomienzo.

Por último, un trozo de agradecimiento.
Gracias por las dos tortas y el "¡espabila!", por llegar a tiempo para las campanadas y para sus majestades, que cuanto antes, siempre mejor. Eternamente agradecido, persona enmascarada. Has conseguido mucho, has conseguido cesar los run-runes, los taladros en horas de siesta y calmar las borrascas con sus propósitos. Muy agradecido. Gracias de nuevo, por llegar a tiempo. Por volver a llenar su alegría y agrandar su apetito. Cuidado dos mil dieciséis, que está de vuelta. Y conmigo.

Vuelta a planear lo implaneable. 
A bebernos el mar al hablar de más. 
Comernos el mundo mientras lo cambiamos.
Bienvenida a casa, pequeña gran revolución.



domingo, 3 de enero de 2016

Pero quiero.

Vuelta a empezar de nuevo. No es que me refiera a nada costoso, ni mucho menos. Al menos, eso pretendo. Todo pasa por saber a dónde agarrarse, dónde apuntar para buscar las cosquillas. Tratándose de nosotros fácil. En temas de apuntarnos desde la distancia espero seamos buenos. Desde la noche y entre mucho, mucho miedo.

Vuelta a los clásicos, a los momentos nuevos. No todo tan oscuro, no todo tan negro. No creo que salga nada bueno, conociéndonos. Pero quiero. 

Podemos pasar el tiempo dejando crucigramas en el aire, esperando a que con la ayuda del viento encontremos el instante en el que podamos hacerlo eterno. Descuidando el ir de puntillas o el de contarlo sin miedo. Caras de asombro y buenos recuerdos. Mientras, disfrutemos lo nuestro.


Son fechas de buenos propósitos y por eso, aprovecho. Es un bonito comienzo. La verdad, todo a su tiempo. Pero nos sobran ganas y faltan miedos. Y eso, quema tanto, o más, que el mismísimo hielo. Qué bueno cuando brincas de sorpresa o bailas al compás de música lenta. Cuando empiezas una frase y se acaba deshaciendo entre suspiros conformes de piedad. Cuando las sábanas que jamás te vieron preguntan por ti. Cuando les digo que esto lleva tiempo.

Y pensando en volar lejos, conocer mundo y sacarnos uso. Trabajarnos y esculpirnos al son de trocitos y restos nuestros. De canciones de postales allá por otros versos. De guardarnos la magia para cuando nos deje el genio. Que te des cuenta de lo que pierdes cada vez que huyes, cada vez que ardes. Darse cuenta y pasarse al claroscuro, para ver algo dentro. Transformar sus insistencias en colaboraciones con gentileza. Todo muy silencioso. Sin hacer ruidos, que despierten las dudas.

Sobre todo paz. Suelto palomas para que desde encima las veas, la bandera blanca hace tiempo que ondea. Lejos de ojos ajenos, de mirada furtivas y sueños veraniegos. Insisto, y por favor, hazme caso: nada de esto debería jamás dolerte, pues siempre seremos todo aunque tú no lo cuentes. 

Pudimos con todo hasta el final que aún no ha llegado. Pudimos levantar de las cenizas al fénix y mejorarlo. Pudimos saltar descalzos y volver a cortarnos con los cristales de nuestras voces rotos a nuestro paso. Y ahora que todo parece estable, que todo gira en el buen sentido, celebremos que nos hemos conocido. Que si algún día tu expresión se alegra de decir mi nombre y ocultar malos estados, lo habremos logrado.

Los comienzo siempre son buenos para quien los trata como nuevos. 
Quienes valoran lo vivido antes que lo que ha dolido.
Para aquellos que se sienten afortunados.
Aquellos lo han logrado.