domingo, 21 de agosto de 2016

Memorias de verano.

Voy a ser sincero, ya echo de menos este verano. No ha acabado, pero es lo que siento. Siento que he alcanzado tanto en tan poco tiempo que aún ni me he llenado. No me he saciado, siento que falta por hacer. Faltas por hacer.

Es curioso como partiendo desde mal puerto se consigue alcanzar la alegría. Cómo flotar por encima del mar y únicamente mojarse estando cubierto. El contraste de la más austera felicidad escondida, con la más falsa sonrisa talonaria. Contraste de gentes y tiempos que no encajan. Como nosotros, pero con la extraña sensación de que a ellos les importa.

Recorriendo mundo y sin poder llegar al tuyo por falta de pista de aterrizaje, por ausencia de órbita en la que dejarme llevar, por la existencia de un cartel de “Cerrado por vacaciones”. Es lo que tiene las incompatibilidades, que no entienden de maneras ni tácticas para negociar.

De alta mar se pueden seguir aprendiendo cosas. Siempre. El poderío de una estela dibujada únicamente con la forma de la silueta del roto del oleaje, los cambios degradados de azul a su paso y la buena fe de las corrientes, que te sacuden para que no vayas olvidando entre tanto trago a la copa de que tienes una vida pendiente. Una vida real.

Esa vida que te recibe ya en tierra firme, envuelta en un haz de pequeñas dudas que intenta saciar a golpe de cama. El mejor terreno de batalla. 

Su sinceridad encubierta, el deseo de escucharla. 
Para establecer equilibrios. 
Para que los pasados no derrumben a golpe de conciencia los futuros con juicio.

Pero acaba la cruzada, ahora suenan otros tambores de guerra. Entre calor y días en vela. Las maravillosas tensiones cerca de amaneceres y las grandes puestas de sol al mismo compás de siempre. Personas sin conocer que sin darnos cuenta y al son del traqueteo en carretera parecen de toda la vida. Gran tesoro descubierto, con el cinturón puesto, por si vienen curvas.

Y lo nunca imaginado, el mayor recuerdo. Punto y aparte a este reencuentro de dos cuerpos deambulantes a la orilla del mismo precipicio. Se agarran, se ayudan y ríen con toda la energía de sus gritos. Para ellos sus latidos, empapados y sin juicio.


Tratándose de agosto no me extraña, mes de balas, de monstruos, de ganas. Desaparecen historias que ya son felices, te agrandan y enseñan, que las musas se visten de mil maneras. Y de corazón, me alegro por ellas.

Cuatro letras para quien mejor me conoce, son todo lo que respiro y me llena. La confusión perfecta entre número y letra. Para ti todo, que lluevan piedras.

Feliz verano para todos aquellos que lo viven como una segunda vida.

Un escape de energía y qué buen día.

Verano vuelve sin haberte ido,
que contigo de fondo me siento más vivo.