miércoles, 21 de agosto de 2019

Niebla

Al parecer, tengo la cara tan dura de sentarme a escribir de día, a estas horas intempestivas del mes de las noches eternas. Peco de valiente al soltar mis pensamientos veraniegos así como si nada, sin previo aviso y sin filtro fijo. Sin embargo, hoy es necesario, me quiero quedar bien, tranquilo de haber dejado un sentimiento extraño que desde hace demasiado tiempo ya es amigo.

Vengo a hablaros de mi versión del famosos " espejito, espejito...", un poco más sincera que aquel cuento con acertijo. Es un tema jodido. Tratándose de ti, ya lo dije, ando sin ritmo. No es cuestión de pérdida de brújula o que los polos se hayan torcido, es problema del cristal transparente entre nuestros sentidos. Es la comunicación que, mirando de cara a nuestro espejo no refleja nuestro propio rostro, sino el de tu acompañante en esto. En realidad, ni es espejo ni es reflejo. Es comunicación entre dos extremos cada vez más distantes.

Imaginad a esa persona delante de ti, mirándote a los ojos. Un cristal en mitad del valle entre tus sueños y su sonrisa. Una ventana que separa vuestros cuerpos y sin forma de acceder el uno al otro salvo la más maravillosa de todas: las palabras. Llega a ella a través de frases pensadas, palabras inmersas en un océano de dudas, con preguntas, respuestas y exclamaciones de asombro. Ya no hay vez para el contacto. Hay que derretir hablando. 

Parece un plan interesante, ¿verdad?

Como en todo, no es así de sencillo disfrutar de la sensación del contacto de su voz. Todo un resultado de complejos algoritmos creados para trabar el hilo rojo del universo. Es ahí cuando aparece la niebla. Stephen King narró la niebla como un trámite de clara oscuridad con nuestras pesadillas bañadas por pequeñas gotas de agua. Voy por ahí.

Perdemos altura y visibilidad a cada comentario que nos ahorramos. Una breve niebla en forma de vaho que va reduciendo poco a poco la imagen nítida de tu persona. Menos diámetro para apreciar sus jodidamente desastrosos detalles. Sus buenos y no tan buenos momentos se alejan a pesar de que la distancia entre ambos siga fija. No se aleja su cuerpo, se aleja su mente. Se alejan todas las maravillosas cosas que guarda su piel por dentro. Parece una tontería sentirlo así, pero a medida que el vaho crece y la translucidez aumenta, menos palabras pueden atravesar el cristal entre ambos. Cada vez menos momentos apetecen ser contados, ya no os contáis vuestro día, vuestros sueños o vuestras ganas de luchar. El espacio se reduce y nada parece tener el valor suficiente para ser contado. Círculo vicioso que no hace más que realimentarse una y otra vez, frase a frase, palabra a palabra.

Entonces llega un segundo en el que ya no es realidad, ya es sueño el saber si la otra persona, tal y como era, sigue al otro lado. Intuyes que sigue ahí, puedes ver su cuerpo a través de la venta translucida. No definido, no al detalle, no distingues su rostro, si sonríe, llora o algo le preocupa. 

¿Y sabéis qué es lo peor de todo esto?

Las palabras ya no llegan con el mismo sentido que salen. Las recibes envenenadas de algo malo que debe tener esa neblina. La comunicación cuesta, tratas de quitar la niebla, pero no. Así no funciona. El rango de conversaciones hasta altas horas de la madrugada se reduce a un "sí, vale", y no. Esos no sois vosotros. Lo sabéis perfectamente mejor que nadie. Todo culpa de la jodida niebla. 

Sin palabras no hay magia. Nadie puede crear el paraíso sin guardarse las ganas de compartirlo con alguien. Sin magia sobra el resto.

Pero no creo que esté todo perdido, no sé, será mi desmesurada mentalidad de positivismo, esa que tantas veces me ha ayudado y que otras tantas te ha cabreado por no ser real. Siempre hay un tiempo de descuento en la vida para arañar las opciones de empatar y remontar. No creo que pueda ser de otro modo que trabajando en nosotros, en nuestras palabras, en nuestro idioma particular creado a lo largo del tiempo. Lengua dañada, pero no muerta, hablada por solo dos personas en estado de gracia, con el paso del tiempo, de los momentos, de esas palabras inventadas por dos personas dispuestas a crear el mejor diccionario jamás escrito. Serendipia, tú. Sí, lo sé, son solo dos personas para todo un idioma, pero ¿para qué más? Si algo tengo claro es que la niebla termina, para bien o mal, para bien de tus vistas o para mal en forma de pesadillas monstruosas. Ser positivo implica disfrutar de la cara bonita de las cosas, conocer que nuestra voz aclara el cristal, pienso contarte mis segundos uno a uno si me dejas, seas quien seas, misteriosa persona de enfrente. Quiero ver al otro lado, quiero vida y magia de un verano anual. Ya sabéis, es un juego de dos, cada uno su lado del ventanal, cada uno sabe mejor que nadie si quiere revivir la idea de King o ver la suerte de realidad.

Perdón por las horas.