jueves, 24 de marzo de 2016

Dicen que el mundo se va a la mierda.

Dicen que el mundo se va a la mierda. Que ya nada es como hace años, que nos sobra mal y nos falta de lo bueno. Empecemos desde cero.

Tiempo sin escribir y ahora vengo, a tiempo, porque antes de abrir la compuerta a la palabrería que llevamos dentro será mejor calmarse y tratar el problema con suero. ¿Cómo vamos a cambiar sin cambiarnos nosotros primero? Me lo podéis explicar, en serio. Tiempo y ganas tengo.

Tanto miedo por las calles que vemos a través de las pantallas a las que sólo enfocan las cámaras no nos puede dar para sentirlo de pleno. Inhumano pararse a intentar comprenderlo, pero es así. Si enfocan a la luna y dicen que ahí estamos, eso nos vamos contando; si entrevistan a un rey jamás le oiremos decir que el pueblo está siendo atacado. El poder que tienen las cámaras vaya. El valor de la información a tiempo y bien vista. Partamos de esto.

Mucho dolor y miedo por lo que pasa a nuestro lado del mundo, ¿verdad?. Nada de hablar de lo que los focos alejan en el lado opuesto, donde el telón siempre está corrido y jamás suenan las buenas sinfonías. Otros sonidos parecen ser escuchados, merecen ser escuchados. Ni uno más uno son dos a veces, cuando de mil factores más depende. No traguemos con embudo cada discurso engominado. Pensemos primero y después informémonos de ello.

Y parece que últimamente con más razón se vuelve a pensar en otros años. Que si eran mejores, más calmados, más HUMANOS. Menuda contradicción en cada una de esas siete letras de una palabra. El caos que proporcionan van con ellas ligado. Merecemos un jodido descanso. Como personas y como estado humano. Planeemos un grupo menos cerrado, que si no, mal vamos. Opino como quien por esas siete letras tiene derecho. Cada uno de nosotros y cada uno de ellos.

Lloramos a estrellas que nos dejan y aclamamos pasajes malinterpretados a conciencia. "Mientras no hagan daño que así sea, ¿no?". Trabajemos por los polos opuestos y los que poco a poco nos dejan. Los de pingüinos en ellos viviendo sin darse cuenta de Bruselas. Vivamos más cerca del planeta y menos gritos al cielo aclamando reinos. Darse cuenta de que esto acabará implosionando con fuerza y sin preguntarnos ni edades, creencias o sexos. ¡Joder!, hagamos el amor y dejémonos de conflictos bélicos. Que si escribimos todos un cacho de nosotros tranquilamente podemos ser eternos.

Es un grito contra todo. Porque ya anda uno recto y cansa vernos metidos de lleno. Como humanos que dicen que somos y seremos. 

Disfrutemos de todo lo que tenemos, porque ni tú ni ellos sabéis cuando acabará el cielo.

Sin fronteras todos juntos podemos luchar contra esto. 

Que se oiga de una vez que valemos para algo más de lo que creemos, y no vemos.

¡Hagamos por vivir años buenos!

Deseo.

domingo, 13 de marzo de 2016

Frío de verano.

Frío de verano y ahora al calor del invierno. Cambiamos en poco tiempo para empezar lo realmente bueno. Lo que gusta, lo que nos llama y tira de nosotros, como un plan con los amigos de esos que si lo piensas y repiensas puede dar miedo. Sólo el pensar que si alguien se mete en vuestra cabeza probablemente tramite un aviso de socorro o al psiquiátrico de la zona en su lugar. Planes que te gritan que vayas sin dejarse ver la cara para poder luego manejarte a placer.


Poco falta para el cambio de pensamiento. Para la lluvia de estrellas. Para las lluvias a secas. Las que secan tu cuerpo para mojar el mío a partes enteras. ¡Qué tardes esperan!

Y hace bastante que no escribo, que se palpan las ganas de textos y letras sin filtros. El tema de no tener tiempo, causa y a la vez efecto de estos versos. Que se echa de menos. Y por aquí aprovecho. En silencio porque toca, bien adentro. Ya vendrán días coquetos y semanas de no pensarnos porque nos tendremos a medio metro. Y qué triste sería adaptarse al tiempo, ¿no?

Pueden ser las ganas de los ratos a la fresca, esos con conversaciones con morbo de las que siempre se echan de menos. O juegos de cartas alrededor de una mesa de cristal, para comprobar lo transparente de toda esa escena. De protagonistas grandes genios iluminados por sus ganas de hacerla inmensa, o de pequeños matices que rozan hemisferios ocultos.

Trabalenguas a pie de cañón, con esperanza funesta. Debacle sin frenos y en plena cuesta de tus horas sin nosotros, y yo en plena película (de terror). Saliendo a cazar brujas sin haber preparado siquiera hogueras. Pero todo se para, la cuenta atrás comienza.

Un poco menos para caminar descalzos y disfrutar de tragicomedias con bocas hambrientas y, al otro lado, espera sentado el trastorno de un infierno apagado. En plenas ascuas y ceniza empolvada, los rayos de luz de su luna llena.

Traemos el calor al mal tiempo, y con desdén probamos los límites de lo inhumano.

Aprovecha el frío, que se acerca el verano.