miércoles, 24 de febrero de 2016

Piano, piano.

Y se sabe, que estando a tantas dimensiones nos sentamos al lado. Que descuidas tu sombra y se va con otros entre tanta gente. Pierdes la noche buscando la silueta que forma pieza que encaja en tu puzzle. Pieza clave para tu castillo de naipes, para seguir cuerdo entre tanto desperdicio de tiempo.

De repente, sin previo aviso te atreves con el tequila, te llenas de ganas por seguir por calles y encontrar chispa. Necesidad de alumbrar las aceras nuevas, de poder ver la cara de quienes se arriman. Truncar la noche por desestabilidad emocional, salir despedido rumbo a sacarla a brillar.

"Si es que después de todo, sólo saben salir a rascar algo", sale de su pintalabios. 
"Si es que después de todo, sólo habla su pintalabios", se quejaba él.


Distracciones a pie de calle, de ombligos visibles a la luna y sabores descafeinados. Nunca volvería a haber marcha atrás. Para cruzar bien de la mano, descalzos entre cristales menos afilados tratándose de no hacerlos crujir para no despertarles. Que para eso ya los muelles oxidados y sufridores.

No es momento de esconderse en las mangas del otro. Despistarse pensando en el exilio, en los platos a medias interrumpidos por un calentón espontáneo. Momento de luchar, gritar y conectar. Ver lo que podríamos ser si no tuviésemos que saber del otro. De tener que claudicar bajo las sábanas lo que por palabras no llegamos a tocar. Desaparecer entre las dunas y transformarlo todo en agua.

Y tan fuerte como el poder del "¿y sí probamos...?" los latidos de tu tambor. Piano, piano. Lontano. 

He podido pasar de todo lo que gira para centrarme en lo plano. En lo que se queda contigo y te da de la mano cuando todo cambia o tiembla. Porque ni con terremotos de escala Richter sobrepasada me cambio de dirección de navío. Descansemos, después no seamos tontos y recuperemos el tiempo perdido. Los años de ventaja que nos sacan los calendarios o las noches en vela alumbradas sin ellas.

Despedacemos poco a poco y con saña el dolor de habernos descosido. Estabilicemos los traspiés por los que siempre nos tropezamos. Que ser torpe es gran parte encanto. De las sombras en el rostro traducidas en finas oscuridades. De las leyes y deseos espaciales que se pueden formular en tus constelaciones. Mejor de noche, en verano, sin luces.

Pasémonos al lado sarcástico, al que todos obedecen. Tratémonos como dos encontrados, para saludarnos la próxima vez que nos veamos como si nada hubiese pasado. Porque no forma parte del plan que teníamos pensado. Porque es que de hecho, nada ha pasado. Pero qué inquieto el poder imaginarlo. 

Tragos largo en barras cortas. A escondidas, pero no tanto. Si nos perdemos, nos encontramos.

Piano, piano. Lontano.

lunes, 8 de febrero de 2016

A medias.

Sin dejarnos a medias, teniéndonos a enteras. Viviendo de lleno en años de niños, de puertas entreabiertas. Fingiendo estar cuerdos o cegados por la edad, por la vergüenza al qué dirán. Sabiendo aprovechar cada momento, recuerdo. Cuesta creer que no pudimos tomarlo en serio.

Más allá de timbres y copas, más allá de cobijo en otras. Pero nada más cerca de lo que pudo ser, fue y será. Porque tratándose de conjugar verbos en pasado, presente y futuro nadie domina tanto como nosotros. Que sabemos driblar tornados y al rato crear tormentas para tener algo por lo que llegarnos.
¡Y vaya con llegarnos!




Destrozando viejos conceptos estereotipados, de conocernos entre semana para juntarnos en sábado. Valorar cada tercio de momento para administrarlo como sabios, pretender conseguir lo que por nadie estaba bien juzgado. Encontrarnos entre sábanas cuando aún nos reíamos al besarnos. Escondernos del resto y alumbrarnos con el cielo, sentados en los tejados. Caminar por el andén y pactar el salto. Para que duela menos o para notarlo de lleno.

Descansémonos un tiempo, pues el miedo no es mano de santo. Tengamos en cuenta ese gesto, de tumbarnos enlazados. Tú en mi, con más preposiciones de nuestro lado. Descuidos bien queridos en una tarde de verano, de embrujarnos con tu sonido del cual aún no he escapado. Leer estas historias con un ritmo entrecortado, temblando desde críos y más ahora al cruzarnos.

Podemos revivirnos más que de cuando en cuando, en nosotros siguen los niños que manejaban el mundo con la fama de sus años. Y si el que quiere subir inventa escalera, el que quiere de ti emplea vida y media. Hace tiempo de ese pacto, no un capricho de verano.

En pausa las canciones que hoy suenan más despacio, el sonido de tu disco a medias desgastado. Escucharnos y seguir como nunca o como siempre, encontrar las siete diferencias con miradas a contracorriente. Disfrutando tanto de tus vistas que decides mejor saciarlo. Descuidando los detalles que dentro de poco se hará temprano. Confío en esto, aprovechemos el gesto. Tratemos de coincidirnos entre tanto verso. 

Llevaba tiempo sin, y sabía que tocaba dar el resto. Nos encontramos de lleno, volviendo a saber lo que tenemos.