lunes, 29 de junio de 2015

Felices 24 horas.

Puede ser que sea pronto, tarde o yo que sé. Quizás el tiempo de añadido nos dé un margen de ventaja para celebrar días como hoy dentro de unos cuantos treintas más. Que se juntan horas en las que te tienes que sentir feliz. Que te deben hacer sentir de la nobleza. De tu clase de nobleza, la que te gusta. La que cambia coronas de oro por coronas de flores para sentirse como una ninfa aprovechando el buen tiempo. La que baila más que ninguna y te arrastra hacia su reino. La que te lleva a pensar tantas cosas en tan poco tiempo que sufres por el ritmo de tus pulsaciones. 

Me gustaría encontrar correspondencia real. Que tus pajes te lleven mis pergaminos. Que tú escribas en tu cuaderno de cosas que jamás me dirías. Ése del invierno, sácalo en verano.  Ése, el pequeño, como tú. Como tu risa dibujada cuando desaparecen tus ojos. Porque las ninfas, musas o como diablos queráis llamarlas no huyen. Sobreviven bien. Y digo sobreviven porque se colocan sobre la vida y ellas la encauzan hacia donde desean. Tienen el poder. Tienen el jodido control.

Estos dos párrafos y poco son para su cuaderno. Para alimentar su pájaro de nombre aún no descubierto. Para sus universos en la piel.

domingo, 21 de junio de 2015

Compartiendo mundo.

Y ya veis, como dice la canción que gritaron en la sala aquellas voces y guitarras con olor a mar, "no existe dolor compartiendo mundo". Qué razón. Parece imposible cómo el dividir penas, doblar alegrías y saborear juntos la vida te puede llevar al todo. Que ya se pueden caer mil mundos, que el nuestro aguanta. Que ni con la mayor ola vista en Galicia se ahogan mis sueños si los cubren tus esperanzas. Este es un párrafo breve, lo mejor me lo guardo. Esto lo escribo para dejarlo por escrito, que si el futuro nos cambia, que sea de lado de la cama. Que de eso quede constancia.



Que como me pediste de la mano,
nunca pienso olvidarte.

lunes, 15 de junio de 2015

Siesta de verano.

Hoy ha sido el día. 
El día en el que se mira un calendario y se pone uno a organizar su verano. 
Se van fijando días pensando en cómo serán sus noches. Viendo esas noches como la alternativa a tu rutina, a tu vida en el mundo real. Buscamos esos días con magia con la esperanza de encontrarla en el fondo del sombrero de copa de agosto. Esas fechas reservadas desde hace un año. 

Me dieron la oportunidad de no encontrarte, de no cumplir. No sé si por hacerme un favor o por dispararme a bocajarro. Se quisieron reír de mi. De mis siestas. Del significado de abrigarme de madrugada. La verdad, no sé siquiera si estarás. Quién sabe si la cafeína pudo contigo, invencible. Si podremos reírnos de lo que solo se ríen los que conocen las ganas. De si seguirás escribiendo. Hablaremos de todo. Veremos las fugaces desde el parque. Columpiémonos hasta volver a conocernos. Te guardo en fotos, en acordes, en bailes. 

Pero mi subconsciente trata por mí. 
Ya se encargó él de intentar hacernos coincidir. 
Descuida, tranquila. Son solo palabras.


Qué ganas de vientos cálidos. De disfrutar la sombra que nos trae el bebernos los chupitos a pares.
Deseo suerte para estos días, revivirnos en un tiempo.

Pongo esta carta debajo de la almohada. 
Esperando despertar borracho de una siesta de verano.

jueves, 4 de junio de 2015

A veces.

A veces todos ganamos. 
Y eso, a veces. A veces.

Las orillas, los precipicios de quien no sabe nadar. De quien no se atreve a mojarse. Si que es verdad que podría haber llovido menos, secado antes, enfriado lento, pero mejor no. Mejor así. Mejor compara la lluvia con el aspersor del parque que os vio juntaros. Que os cambió de color de noche en verano, primavera o las estaciones que se os pongan por delante. Que quedan. Aprende a brindar. Brinda por encima de tus posibilidades, pero sobre todo, brinda por encima de las posibilidades del resto. Que rechinen sus dientes mientras bailan tus risas. Que esas orillas sean el comienzo de un mar de ganas. Las olas te empujan, no te placan. Si se empeñan en darte de cara, juega. Juega como jugabas en el parque. Como jugáis ahora en la cama. O en cualquier sitio.



Es tan jodidamente fácil entrar en ese bucle de pensamientos en los que vives de continuo en agosto. Droga mala, pero de la buena. Un rato al sol, otro a la sombra. Un rato en tus labios, otro, te toca. Qué bueno eso de sellar tratos de madrugada, que se olvidan de día y se recuerdan de resaca. Los escondites de fugitivos, las charlas a pachas. Conocernos y esquivarnos las ganas. Recordarnos, será por ganas.

Y eso, todo ganas. Todo se queda en ganas. 
A veces, tú sola me ganas.