domingo, 9 de octubre de 2016

Carnaval de Venecia.

¿Por qué ese afán por no ser nosotros mismos?
¿Por qué esas ganas de intentar ser algo distinto?
¿Por qué ni siquiera lo reconocemos?
¿Por qué ocultarnos si sabemos que en el fondo retrocedemos?

Es domingo y este dato da que pensar. Da miedo, porque se acerca otra semana llena de dudas, de eternos días agotadores y dudoso ritmo sexual. Suficientes motivos para cambiar de cuerpo. Será mejor manejar las riendas de otro semejante a ti, sin ser tú. Alguien material, opaco al resto y a través del cual tú puedas ver el mundo. Creyéndote que desde ese ángulo que tomas para controlar tus miedos divisas cada resquicio de duda que antes se ocultaba. Eres el amo y señor del universo (casi).

Podemos tratar de ser alguien más serio, más gracioso, más listo, más guapo, más orgulloso de sí mismo, más dado al don de gentes quizás, pero estaremos fracasando estrepitosamente. Muy estrepitosamente. ¿Para qué esas caretas baratas de carnaval? ¿Por qué no hablar a través de nuestra jodidamente perfecta boca? Porque por si nadie se había fijado, tenemos una boca que espera a que nos dejemos de bobadas y empecemos a formular palabras, y quién sabe si alguna que otra frase entera made in nosotros mismos. Os invito a ello.

"Cuando llevas una máscara tanto tiempo, te olvidas de quién eras debajo de ella.", Alan Moore.

Nunca podrás alcanzarla, ella es demasiado buena para tratar con titiriteros de segunda. Sé tu mismo, amigo. Que pudiendo elegir el ritmo de dedos al entrelazar la baraja, haz que salga ella, la reina de corazones. No apuestes al blanco pues todo es mucho más serio. Serio para el resto, para nosotros añil. 

Fallar continuamente no duele tanto si es a su lado, pero acuérdate que antes, para estar descansando a su orilla, hay que llegar hasta ella. Ahí el camino de cada uno.

Dejémonos de carnavales diarios, que no hacen bien a nadie. 
Dejemos de desgastar el buen trato que tiene Venecia, que demasiado especial es ya.

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