lunes, 29 de junio de 2015

Felices 24 horas.

Puede ser que sea pronto, tarde o yo que sé. Quizás el tiempo de añadido nos dé un margen de ventaja para celebrar días como hoy dentro de unos cuantos treintas más. Que se juntan horas en las que te tienes que sentir feliz. Que te deben hacer sentir de la nobleza. De tu clase de nobleza, la que te gusta. La que cambia coronas de oro por coronas de flores para sentirse como una ninfa aprovechando el buen tiempo. La que baila más que ninguna y te arrastra hacia su reino. La que te lleva a pensar tantas cosas en tan poco tiempo que sufres por el ritmo de tus pulsaciones. 

Me gustaría encontrar correspondencia real. Que tus pajes te lleven mis pergaminos. Que tú escribas en tu cuaderno de cosas que jamás me dirías. Ése del invierno, sácalo en verano.  Ése, el pequeño, como tú. Como tu risa dibujada cuando desaparecen tus ojos. Porque las ninfas, musas o como diablos queráis llamarlas no huyen. Sobreviven bien. Y digo sobreviven porque se colocan sobre la vida y ellas la encauzan hacia donde desean. Tienen el poder. Tienen el jodido control.

Estos dos párrafos y poco son para su cuaderno. Para alimentar su pájaro de nombre aún no descubierto. Para sus universos en la piel.

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