jueves, 23 de abril de 2015

Escribir(te).

Hoy son pocas las frases que voy a lanzar al viento. Siento que no es necesario, pues sobra tinta y falta tiempo. Hablar sin hablarte. Me gusta sentir que me lees desde lejos. Si, digo lejos. Porque todo lo que no sea tú y yo haciendo el amor ya es lejos. Un largo trecho. Un camino con distancia. Siempre lo veo desértico. Con cactus y buitres sobrevolando en círculos, atentos a que caigamos, desistiendo, no se si de hambre o ganas. Pero no me da miedo, porque aún cuando la distancia es insalvable, desértica, sabes hacer llover. Sabes espantar aves carroñeras y cambiar cactus hirientes por un trayecto alegre. Verde. Como tu color.



Escribir sin pensar es tan sencillo que asusta si os soy sincero. Ver cada hoja que te ofrecen y empezar de cero se asemeja tanto a caminar de espaldas y con los ojos cerrados al borde de un acantilado que en estas noches, siento el olor del mar. Por eso insisto al dormir que me encanta escribir de ti. Descifrarte en forma de palabras con ningún sentido aparente. Meterte dentro de un verso, de un párrafo con tu sencillez y alegría. Disfrutar de las letras como se disfruta tu buen amanecer con nada más que mi camisa.

Termino esto diciendo que ha(s) llovido. 
Lo mejor de poder escribir(te) es saber que lo ha(s) leído. 

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